Jean-Baptiste tiene una voz etérea, un chorro de voz al que le queda un año, o quizás un poco más, por delante. El cambio convertirá pronto al chaval Maunier-Morange en un hombrecito, dejando atrás su garganta de ángel. «Intento no pensar en ello».

Hace meses abandonó la coral de los pequeños cantores de Saint-Marc.Para formar parte de la escolanía hubo de bautizarse. Ahora, dice que se fue por solidaridad con su mejor amigo. Y no por los cheques con muchas cifras que le habría traído el éxito.Todavía sigue cantando un poco en su casa. Y es que al pequeño corista, mundialmente famoso por la película de Christophe Barratier Los chicos del coro, ha cambiado los recreos por los crucigramas, le encanta el rock y, sobre todo, el hard. Tiene una batería en el garaje. «Detesto la música clásica, me duerme».

Jean-Baptiste ha cruzado, como una bala, por los primeros puestos de las listas de éxitos, por Japón, por Estados Unidos la noche de los Oscar, por Líbano, Sudáfrica, Canadá, España, Alemania...Las palabras inquietud o fragilidad las rechaza como si no fuesen con él. Ha decidido hacerse actor. Tiene gestos desenvueltos, al estilo de un adolescente seguro de sí mismo. Ligeramente enfrentado con sus padres, le gusta la Coca-Cola y lleva sus vaqueros caídos.La adolescencia llega más pronto que sus primeros pelos en la barba. Ya no quiere saber nada de la imagen pía del solista que, desde hace dos meses triunfa por medio mundo.

Jean-Baptiste tiene un agente. De entre los muchos que, desde París, llegaron un día que no tenía escuela a proponerle sus servicios. Jean-Baptiste les recibió con su padre. Dijo no a los especialistas en críos de 6-16 años. «Odio la rivalidad entre los niños». Y se quedó con Laurent Gregoire, que le explicó que tenía que gestionar su futuro «intentando no pensar en él».

El chaval y el agente se hablan por teléfono. El primero recibe muchas proposiciones «de películas de adolescentes en las que él es el pequeño cantante que se enamora, nada interesante».

Su próximo rodaje será para la televisión, una saga de Hervé Baslé en el ambiente del hundimiento de la siderurgia. «Es la crema de la televisión comprometida. Prefiero para él una aventura fuerte en la tele a un papel de adolescente enamoradizo en una película», explica Laurent Gregoire, quien confirma que el caché de Jean-Baptiste es «caro», pero sin revelar el montante exacto.Caro y profesional.

¿Los periodistas? «He terminado por entender su juego», dice el chaval. ¿Una novia? «Vida privada».

Los padres de Jean-Baptiste parecen cansados de tanto trajín.Por su hijo pequeño de 8 años y por esos rostros desconocidos de ojos glotones que se comen a su hijo. Los Maunier son originarios de Var y se instalaron en Lyon por motivos laborales. El es cámara deportivo. Ella, administrativa en General Electric.

Esto quizá no sea más que un papel destinado a amarillearse en una caja de recuerdos de un niño que se cruzó con la fama. Sus padres recortan todo lo que de él se publica. El no escribe nada ni recorta nada. «Eso no sirve para nada», dice. Eso sí, a veces graba lo que le pasa. Con una minicámara, Jean-Baptiste captura la luz, por si acaso le abandona.

Si ése fuese el caso, en la caja de los recuerdos hallará un día sus ilusiones de niño, que se cree amigo de los deportistas y los cantantes con los que actúa en los programas a favor de causas promovidas por las ONG's. «Mis padres ya no me tratan como antes. Ya no tengo la misma visión de las cosas. Me codeo con los grandes artistas. Al principio, quería ser periodista.Ahora, me atrae el mundo del cine y de la televisión».

En su maleta de recuerdos, si fracasa, encontrará mezclados pasatiempos de todo el mundo, perlas y cosas raras de la gloria. Sus juegos de vídeo, por ejemplo. «La verdad es que no hay violencia, sólo hay unas gotas de sangre. Lo que sucede es que los adultos no juegan con sus hijos». O sus pósters del Señor de los Anillos que decoran su habitación, su lector MP3 o las notas de ánimo de uno de sus profesores, Thierry Merlier, que recuerda a un «alumno estudioso» y se sorprende de «su seguridad en medio de las estrellas».

También se encontrará con algunos libros -«no me gusta demasiado leer»-, entre ellos La gloria de mi padre, Bella y Sebastián y una antología de la poesía francesa que tiene que estudiar en el colegio. O una bonita canción con Gerard Manset. O un dúo con Clemence. Y mensajes a toneladas que recibe por Internet.Y fotos de periódicos, donde aparece rodeado de chiquillas. «A veces, las chicas son como niñas en sus comportamientos».

LO DICHO Y HECHO

«Odio la rivalidad entre los niños, me duerme la música clásica y no me gusta mucho leer»

1990: Nace en Brignoles (Francia), de donde es originaria su familia, en el mes de diciembre. 1999: Ingresa en la Coral de los pequeños cantores de Saint-Marc de Lyon. 2004: Participa en la película Los chicos del coro. Abandona la Coral de Saint-Marc «por solidaridad con mi mejor amigo». Ha decidido convertirse en un actor exigente, por lo que ha declinado la jugosa oferta de ser el icono «colegial» de una conocida marca.